Desde el tercer Libro de los Censos (1601-12) se llama a la C. 2. N.-Sur Calle de la Sierpe. Cerón Zapata (1714) refiere sobre este nombre lo siguiente: "A la calle que hoy se nombra de los Mercaderes, le llamaban la Calle de la Sierpe, y fue por haber tenido una de sus paredes pintada una sierpe, que es la que baja del Sr. Josef a la Plaza." A principios del siglo XVIII, pues, ya no subsistió esa pintura.
En el segundo calendario de José M(aría) Macías para 1850, editado en su imprenta de la Calle de Micieses, núm. 2, leemos bajo el título de Una Antigualla de Puebla el cuento siguiente: A mediados del siglo XVI vivía en Puebla Pedro de Carvajal, Hidalgo, viudo, sin caudal, de carácter intolerante y que tenía una hija, Teodora, de 15 años y un hijo de 6, su única esperanza. La joven se enamoró de un vecino, simple soldado conquistador, motivo por que don Pedro rehusó dar su consentimiento. un día de fiesta apareció en la Plaza Pública, atraída por el hambre, una serpiente enorme, que ocupaba una cuadra entera, y devoró a dos o tres personas, huyendo los demás. Eso se repitió varias veces. Los habitantes quedaron consternados; el Ayuntamiento y el virrey ofrecieron premios a quien matara la bestia. una tarde, estando don Pedro en unión de sus hijos en el jardín, que separaba de la calle sólo una barda de adobe, el monstruo asomó su cabeza sobre la cerca, cogió al niño y le devoró retirándose en seguida. El padre, inconsolable, decidió entregar a su hija a un convento en España y vender todos sus bienes, para añadir el resto de su fortuna a la suma ofrecida como premio por las autoridades. Ya habíase averiguado que la serpiente tenía su madriguera en el monte de la Malinche. Un día se presentó en la Plaza un jinete armado, y sin descubrir su rostro ni revelar su nombre, fijo en la pared de una de las esquinas un cartel que decía “Con el amparo de la virgen, mataré la serpiente.” Salió de la Ciudad, al mismo momento que la culebra apareció por el lado opuesto. Diósele aviso, volvió y encontró al reptil en la plaza. Después de una lucha ruda y larga, logró cortarle la cabeza, que arrojó en el centro de la Plaza, saliendo de la Ciudad. Algunos días después, el caballero se presentó ante don Pedro como vengador de su hijo. La joven le reconoció por su fiel amante, quien acababa de regresar de México, habiendo conseguido del virrey por su hazaña la ejecutoria, el titulo de nobleza. Aunque mal de su grado, el viejo tuvo que consentir en el enlace de los dos amantes. "En la esquina de las Calles del Ochavo y del Deán se halla (en 1850) esculpida una cabeza de piedra que así puede ser representación de la de un león, como la del otro animal cualquiera. Con todo, quiere la tradición conservada en algunos, que sea la cabeza de una serpiente colocada allí para perpetuar la memoria de esta leyenda."
El autor de esta versión ya no conoce el nombre de la calle, tampoco usa la palabra sierpe para designar el reptil. La cabeza en la parte del antiguo mayorazgo de Pérez Salazar, donde hace un siglo estuvo la Botica del Ochavo, subsistió hasta por 1880. Hoy día se relacionan con el monstruo los dos relieves que se hallan a los lados del zaguán de otra casa del mismo mayorazgo, donde a presente está el Hotel Italia (C. Infantes núm. 1). Llaman al protagonista no Patricio, sino Juan de las Peñas, cuyo nombre antes lleva la Calle del Correo Viejo, y dicen que el animal venía por la Calle de la Barranca (Analco).
La fantasía popular siempre ha poblado el sitio en que se fundó la Ciudad de “sierpes y víboras de mortal veneno”, reputándolo, por eso, como inhabitable para los paganos; y “tierra de sierpes” es la interpretación de una de las desfiguradas voces que se dan como nombre azteca del mismo lugar. Contaban también que los naturales de la Sierra de Tlaxcala, hoy Malinche, veneraban a un demonio en forma de “una culebra horrible”, quizá una reminiscencia del nombre del dios de Cholula, Quetzalcóatl, que significa ‘culebra de quetzal o de plumaje verde’. Con esos cuentos populares que refiere Cerón Zapata, es curioso comparar un testimonio contradictorio de la época de la fundación. El vicario del monasterio de Sto. Domingo, Fray Bernardino Minaya, declaró bajo juramento en 1534, respecto de las cualidades de esta Ciudad: “En que hace ventaja a todo lo poblado de las ciudades… sobre todo (siguen palabras ilegibles que parecen decir: la ausencia de animales nocivos) e cosas ponzoñosas e penosas como son hormigas, alacranes, niguas, murciélagos que suelen morder de noche e dar penalidades a las gentes, e de ninguna cosa otra en esta Ciudad no hay ni chinche ni ratón, como en ninguna manera."
De no conocer la explicación de Cerón Zapata, podríase pensar que el nombre de la calle se debe al dueño de una casa. En 1728 vivía en esta misma Calle de los Mercaderes Tomasina de la Sierpe, pero ignoramos, si ya en el siglo XVI había un vecino de este apellido. Calles de la Sierpe hay también en Sevilla y Toledo, de origen medioeval.
Bermúdez de Castro (1746) afirman que a la Calle de los Mercaderes llamaban antiguamente del Águila.
En el siglo XVI, se hallaba en una de estas cuadras probablemente en la manzana del Ayuntamiento, la carnicería pública, el único expendio de carne de res y carnero que había en la Ciudad. La Calle de la Carnicería se cita en 1563. En los libros 1o. y 2o. de los Censos (1584- 1600), la línea de esta C. 2 N.-Sur se denomina Calle de la Carnicería, y en el Libro 3o. “Calle de la Sierpe”, que es de la Carnicería Vieja”, habiéndose trasladado el expendio a la Av. 2 Or. 1 (Independencia) en 1600.
En los Libros del Cabezón (1612-27) se titula la mi línea Calle de San Joseph, por conducir a ese templo.
El nombre de Calle de los Mercaderes aparece en el Libro 6o. de los Censos (1634-43). Efectivamente, según el Libro del Cabezón de 1612, vivieron en la C. 2 Norte 16 mercaderes, pero en la C. 2 Sur ninguno, sino 9 vecinos que “venden vino”. El primer mercader o comerciante que se menciona en Puebla, es Pedro Camacho, en 1548. En 1560 el número de ellos debe haberse aumentado, pues en ese año, por orden del virrey y en conformidad con las leyes generales se excluyeron los mercaderes del cargo de alcalde ordinario, reservándoselo a las familias de los conquistadores y pobladores.
“La primera cuadra” o “Calle 1a. de los Mercaderes” se menciona en 1739 y 1784; “la segunda cuadra de los Mercaderes’ en 1717. En el siglo XVII (1690) una de las cuadras se titulaba de la Rascona, por la casa de la esposa de un tal Rascón. (El mismo nombre se daba en el siglo XVI a la Av. 5 Or. Poniente.)
La casa núm. 2 y 4, vulgarmente llamada de los Muñecos por sus figuras grotescas en azulejos, fue edificada por el regidor y alcalde Agustín de Ovando y Villavicencio. En 1792 escriben que el regidor posee “dos casas nuevas de tres órdenes (pisos) que labró y reedificó de nuevo en la Calle 1a. de Mercaderes, mirando al Poniente”. La posesión se extendía a la Av. Ayuntamiento 200, exceptuando la casa de la esquina. En la maqueta del Museo se nota que la casa del regidor sobrepuja en altura considerablemente al antiguo Palacio Municipal. El dueño nunca vivió en esa casa, sino que la alquiló, prefiriendo para habitación su casa en la Calle del Puente que lleva su nombre. En 1802, por ej., arrendó “la casa segunda de la Calle de Mercaderes… de zaguán adentro con los entresuelos y una tienda de dos puertas en cantidad de $972 cada año.
En 1832 la posesión se registra como dos casas seguidas con un producto anual de $700 y $1.300. La última cantidad que corresponde a la casa más al Sur es mucho más elevada que el producto de cualquiera otra casa en el mismo padrón. En 1835 se hallaba aquí el "almacén de hilados" de Esteban Antuñano. Dueño de las casas fue en 1832 y 1837 el capitán José María Ovando y Parada, un hijo, y en 1858 Elías Fagoaga, un nieto del regidor.
Una anécdota dice que el dueño edificó su casa más alta que el Palacio Municipal sin el permiso y contra la voluntad del Cabildo, y que las figuras se burlan de los regidores en su Palacio de enfrente. Semejante es la tradición de que otros vecinos ricos de la Ciudad, el capitán Francisco de Oliveros en el siglo XVI, y el capitán Diego de Barrios, compadre del obispo Osorio (1656-73), en el siglo siguiente, habiendo construido casas muy suntuosas, fueron acusados infundadamente ante el rey por "pretender alzarse con la Puebla".
En la acera Poniente de la Calle 2a. de Mercaderes se hallaban, aún en la época independiente (1822), el estanco de la nieve o nevería, llamada en 1833 Nevería del Rementería, pues en 1800 fue el asentista de las nieves Miguel Rementería, a quien en diciembre de 1802 se pagaron más de $1.000 por los helados y refrescos consumidos en la recepción del nuevo virrey Iturrigaray (1803-8), en su paso Puebla. "Por asentistas se entendían en los pasados tiempos a los que hoy llamamos contratistas, es decir, personas que contrataban con el rey o con el público proveerle de alguna cosa." En 1626 se hizo la merced del asiento de la nieve a Juan de Villanueva, tal vez un miembro de la familia del alguacil mayor Díaz de Vargas y cuyo mayorazgo estaba en la Calle de la Santísima. En 1754, según el plano de Medina, se hallaba el estanco de la nieve en la Av. 2 Or. 1 (Independencia). A Veracruz se lleva la nieve desde el Pico de Orizaba; la institución para el rápido transporte se llamaba la posta de nieve. Respecto a Puebla dice Veytia (1780): "el Volcán de México (Popocatépetl) y la Sierra Nevada que llaman el Monte de Texmelucan (Iztaccíhuatl), cubiertas de nieve, de donde se trae diariamente a la Ciudad para la provisión del estanco que el rey tiene en ella, de que se abastece su botillería (tienda donde se venden toda clase de refrescos y bebidas heladas).
La cuadra 200 se llama Calle de Nevería o Neverías en 1822.
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