En la acera Norte de la cuadra 1100 está el templo de Guadalupe. Respecto de la veneración de la Virgen bajo este título basten los datos siguientes. El rey Alfonso XI de Castilla (1315-50) construyó una capilla para una imagen de la virgen en la Villa de Guadalupe, situada en la provincia de Cáceres, al Poniente de Toledo, y a la orilla de un arroyo, llamado también Guadalupe, nombre compuesto con la voz arábiga wadi 'cauce'. Hoy se halla la imagen en el convento de S. Jerónimo del propio pueblo.
En México se apareció la Virgen bajo la misma advocación en el cerro de Tepeyac, al Norte de la capital, en el mes de diciembre del año de la fundación de Puebla (1531), según la tradición divulgada literariamente desde 1648.
El primero que en esta Ciudad mostró especial devoción a la Virgen de Guadalupe fue el obispo Osorio (1656-73), que le hizo una capilla en la Catedral, estrenada en 1660.
Acerca de la fundación del templo poblano, hay dos relatos. Cerón Zapata (1714) refiere que el fundador fue el Lic. Marcos de Madrigal, que compró el sitio y fabricó el templo, parte de su caudal y parte de limosnas que recogió. (Ese licenciado se menciona en 1699 como administrador de un mayorazgo). Según Veytia (1780), Juan Alonso Martínez de Peredo, dueño de una herrería y cohetería en la Calle del Rastrito de S. Ildefonso (Av. 2 P. 700), emprendió de edificar un santuario a Ntra. Sra. de Guadalupe. No teniendo suficientes fondos, se dirigió a otras personas, entre ellas al Lic. Alonso de Ávila, cura del pueblo de Tlatlauquitepec, quien desde luego le dió sitio para el santuario, sus oficinas y casa para el que hubiese de cuidar. Con permiso del obispo Santacruz (1676-99), se comenzó la obra en 1694 y se concluyó pronto, pero el nuevo obispo Nogales (1708-21) se negó a dedicarla, alegando que la licencia se había dado para una capilla y no para una iglesia suntuosa. Después de su muerte, dió el permiso el Cabildo Eclesiástico, sede vacante, por decreto del 10 de octubre de 1722. Dedicóse el 12 de diciembre, día de Guadalupe, en el mismo año de 1722.
En los Libros de los Censos leemos que en 1706 “la nueva iglesia se está fabricando”. Cerón Zapata corrobora lo asegurado por Veytia, escribiendo: “Hoy (1714) se halla (el templo) acabado del todo.”
Iglesia se dice al templo de nuevo en 1717, pero después de la dedicación, el título invariable es Santuario de Ntra. Sra. de Guadalupe, varias veces con la adición de "extramuros de esta Ciudad" (1724).
Contiguo al templo erigió, según Veytia, el obispo Abreu (1743-63) un colegio de niñas con el título de Ntra. Sra. de la Merced, con el caudal que destinó para ello. Pero en 1765 el presbítero Lic. Manuel Mariano Gámez Altamirano, capellán del Santuario, pidiendo una merced de agua para el colegio, escribió que éste se estaba construyendo en dicho santuario con el título de Ntra. Sra. de La Merced de la Redención de Cautivos, con los bienes de la viuda del Gral. Ortiz y Largachi. En el propio año de 1765 se trasladaron al santuario las colegiales mercedarias que hasta entonces habían vivido en la Soledad (véase C. Camarín), tomando el instituto el nombre de Colegio de Ntra. Sra. de Guadalupe o de Niñas Mercedarias (1840). Un aditamento posterior al texto de Cerón Zapata, tal vez del año de 1794, dice: "Se halla en el día hecho hospicio de Niñas Vírgenes."
La portería del colegio estaba al Oriente del templo, y la puerta falsa en la Av. 2 P. 1100 (Industria). A fines del siglo XVIII, la mayor parte de las colegiales eran adultas. (También contaban de 14 a 27 años de edad las 8 doncellas, registradas en 1830 como alumnas del colegio de Jesús María.) En 1852 había 37 niñas, un rector y 2 profesores; se enseñaba música, lectura y escritura. La mención del estudio de música nos acuerda que la fundadora destinó el instituto para “niñas escoletanas”.
En 1832 había en esta cuadra, al Poniente del colegio, dos casas ajenas. En la C. 11 N. 1 (B. Juárez) perteneció al instituto una casita, pero no la otra casa. Las aceras Norte y Poniente de la manzana carecían de habitaciones.
La iglesia y el ex-convento se vendieron en 1870 por $6.400. En 1903 tomaron posesión de la iglesia los misioneros guadalupanos. Esta asociación, fundada en 1894 por el obispo de Chilapa Ramón Ibarra y González, miembro de la Compañía de Jesús y después arzobispo de Puebla, con casa matriz en el colegio de S. Joaquín, Tacubaya, tenía por objeto formar misioneros nacionales para la evangelización e instrucción religiosa, civil y agrícola de la clase indígena. Nombrado el fundador obispo de Puebla en 1902, se trasladó la casa matriz al Calvario de esta Ciudad en 1903. En 1915 la congregación se disolvió por la revolución.
La plazuela al Sur de esta cuadra se llamaba Plazuela de Ntra. Sra. de Guadalupe, en 1744, 1746, 1793, 1833 y 1844, o de S. Javier, en 1795, 1861 y en los planos de Ordóñez (1849), de la Guía de 1852 y de Ponce (1856). Los dos nombres se usan en 1861 y en los planos de Careaga (1856-1883).
La fuente de la plazuela, mencionada por Veytia y marcada en los planos de Medina (1754) y de Flon (1796), existió desde 1747.
La cuadra se nombra "la cabecera de Guadalupe" en 1795, Calle del Colegio de Guadalupe en el directorio de la Guía, Calle del ex-convento de Guadalupe en 1870; considerándose, contra la regla, la cuadra 900 como la "Calle 1a".
En la esquina de esta cuadra a la C. 13 N. 1 (Aztecas) se hallaba, a lo menos desde 1757, un mesón que entonces pertenecía al mismo santuario y era distinto del Mesón de Guadalupe en la cuadra 900. Desde 1797 había en el propio sitio una Casa de Pelota, en 1833 se menciona aquí “la casa del mesón de pelota” y en 1844 el mesón se llama de S. Javier, “al que la casa de juego de pelota le está anexa”. En México tenían los padres camilos “un juego de pelota, en que ocurrían tantas disputas y pendencias que el virrey tuvo que nombrar una junta para establecer las reglas del juego” (1802).
En nuestra casa de pelota se hallaba desde 1844 instalada una fábrica de hilados y tejidos, “con movimiento de sangre” (1852), llamada de la Asunción en 1870. En 1902 fue molino. (En cambio encontramos hacia 1852 un nuevo juego de pelota en la Calle de Ntra. Sra. de la Luz.) En los planos de Careaga de 1856 y 1863, la parte Sur de la manzana sita al Norte de la Av. 2 P. 1100 (Industria), está marcada como Juego de pelota.
La cuadra 1300 se designaba por Costado de la Iglesia de S. Javier en 1841, los planos de Ordóñez, de la Guía y de Ponce; y por Calle de la Penitenciaría en 1897.
En los planos de Careaga (1856-1883) se llama a la cuadra 1500 Calle de la Alcantarilla, idéntica tal vez con la Calle de la Pila de S. Sebastián, citada en 1790. Según los mismos planos había en la esquina de la C. 17 S. 100 (Camelia) una plazuela en forma de un rectángulo o de un cuadrado de 50x50 varas. En el centro estaba una fuente circular, abastecida antiguamente por la cañería que, según Bermúdez de Castro, se construyó, a partir de 1686, a la iniciativa y costo del nuevo cura S. Sebastián, Ignacio de Torres. Pero consta que en 1733 otro cura de S. Sebastián, el doctor Domingo de Apresa, puso una cañería hasta Santiago, de la que se concedió una parte al colegio de S. Ignacio en la actual Av. Reforma 700 (Hospicio), y se acordó poner una alcantarilla en esta "Calle que baja de S. Matías a la Plazuela de Guadalupe y viene derecho al colegio de S. Ignacio", fabricándola "con pared en medio de media vara de grueso, con que ha de estar embebida en una mesa de cantería con un cañón de bronce o fierro con el tamaño de dos reales de agua (los concedidos al colegio), y la llave de dicha alcantarilla... ha de parar en poder del rector del colegio". La alcantarilla es, pues, anterior al colegio de S. Javier. En 1856 se le designa como situada a la espalda del colegio, "que sirve de cuartel; cuando hay tropas, se toma con exceso (el agua)".
Las cuadras 1700-2100 se llaman Calle y Calle 2a. Imperial de México en 1822, Calle (1a.), 2a. y 3a. Imperial del Camino de México en 1823, nombre puesto en la época de Iturbide (1821-23).
La cuadra 1700 se titula Calle del Escultor en el padrón de 1832, en 1854 y en los planos de Careaga (1856-1883).
La cuadra 1900 se denomina Calle Real de S. Matías en 1806, Calle de S. Matías en los planos y padrones desde 1832 hasta 1883, pero se la designa por Calle Nacional en 1838, nombre que seguramente no se limitaba a esta cuadra. Calle real del Barrio de S. Matías dicen de nuevo en 1881. En la acera Sur, siguiendo a la casa de la esquina oriental, estaba el Mesón de S. Matías (1806 y 1838).
El tramo siguiente, hasta la Garita de México, se nombra la Calle Real de México (1855) cuya continuación era el Camino Nacional de México, en que se hallaba el Puente de las Culebras, sobre una zanja, mencionado en 1781, 1861, y como lindero de la hacienda de Sto. Domingo, en 1858. Otro puente, llamado "el segundo puente del camino real de México" -el primero era el puente de Guadalupe-, estaba cerca de la esquina de S. Matías, sirviendo para atravesar el agua del manantial de la Laja, situado cerca de la Garita del Pulque, en la prolongación de la Av. 18 P. 1900.
La Calle de la Garita de México, en el barrio de S. Matías, se cita en 1805.
Las cuadras llevan su nombre oficial desde 1902.
Juan de Palafox y Mendoza nació en Fitero, Navarra, el año de 1600, hijo natural de Jaime de Palafox. Su madre, arrepentida de su falta, tomó el hábito religioso. Juan pasó su infancia en casa de un molinero, pastoreando ovejas. Reconocido por su padre cursó, de 1610 a 1615, el colegio de S. Gaudioso en Tarazona, dedicándose a la carrera eclesiástica. Entre tanto, don Jaime, a la muerte de su hermano (1613), sucedió en el recién creado marquesado de Ariza. El joven estudió en Huesca, Alcalá y Salamanca, donde obtuvo el grado de doctor de jurisprudencia. En 1626 se le confirió el puesto de fiscal del Consejo de Guerra, y en 1629, del Consejo de las Indias, siendo ya sacerdote y canónigo de Tarazona. De 1629 a 1631 acompañó a la reina de Hungría, María, hermana del rey Felipe IV y recién casada con el hijo del emperador de Alemania, como su limosnero y capellán mayor en su viaje a Viena, visitando Italia, y a su regreso, Alemania, Flandes y Francia. En 1633 fue nombrado Consejero de Indias. En 1639 le presentaron para el obispado de Puebla, del que tomó posesión en junio de 1640. Fue además, desde su llegada a la Nueva España, visitador de la Real Audiencia, y virrey desde el 30 de junio hasta el 22 de noviembre de 1642, estando ausente de Puebla dos años y tres meses. Pero se malquistó a la flor y nata de la capital por la precipitada manera de proceder contra el popularísimo y galante virrey duque de Escalona, a quien sorprendió militarmente una noche en su palacio para embargarle los bienes, desposeerle del virreinato y mandarle preso a España. También le enajenó las simpatías de un partido muy poderoso su campaña contra casi todos los religiosos del reino con el fin de arrancarles las parroquias. Pero era práctico y eminentemente organizador, de increíble actividad, impetuosa y nerviosa a la moderna, y poseía un arte como ingénito para impresionar la fantasía del pueblo.
Necesitando el prelado crecidas sumas para terminar la construcción de nuestra Catedral, tuvo que insistir en que los jesuítas también pagaran diezmos de sus numerosas y riquísimas fincas. Por lo demás, no tiene en América el clero secular otros medios de subsistir que los diezmos. El conflicto abierto estalló cuando, el 6 de marzo de 1647, el obispo notificó por un notario a los rectores de los dos colegios del Espíritu Santo y de S. Ildefonso, que, en conformidad con el dispuesto por el Concilio de Trento, presentaran dentro de un día natural todas las licencias que tenían para poder predicar y confesar en su obispado, y que, hasta que hubieran cumplido con esto, no predicaran ni confesaran en su diócesis. Una entrevista con el obispo quedó sin resultado. El día 9 predicaron en su iglesia, sin haber presentado sus licencias, las que pidió el obispo por un segundo y tercer auto, extendiendo el plazo a 20 días, amenazándolos con la excomunión. Los jesuitas, absteniéndose de confesar y predicar, informaron al provincial de su orden en México, quien, conforme a un privilegio, nombro Jueces Conservadores eligiendo a dos teólogos dominicos de México. Estos, influidos por los enemigos del prelado en la capital, ordenaron que restituyese a los jesuítas la libertad de predicar y confesar, so pena de 2.000 ducados, amenazando con el entredicho y pidiendo además, que el obispo recogiese los ejemplares de un librito que había publicado sobre diezmos. No reconociendo Palafox la jurisdicción de los Jueces Conservadores, éstos le excomulgaron el 27 de mayo de 1647. El virrey Salvatierra (1642-48), sucesor de Palafox, les prestó su auxilio. El 5 de junio el obispo, a su vez, anatematizó solemnemente en su Iglesia Mayor a los Jueces Conservadores y a dos jesuítas, apagando las candelas, arrojándolas al suelo y pisoteándolas, la población se encendió de ira contra los jesuítas, y cuando el prelado salió en la carroza el día siguiente, gritaron: “Viva Palafox, el obispo virrey”. Este puso el asunto en manos del virrey y se ausentó de Puebla, viviendo oculto durante varios meses en la hacienda de S. José Chiapa, al Oriente de S. Marcos, donde un siglo después, el obispo Fabián y Fuero construyó una suntuosa iglesia, estrenada en 1772 y que hoy sirve de parroquia. Allá existe una lápida con la inscripción: Esta es la casa de Dios que fue asilo de vida, honor y dignidad de V(e)nera)ble siervo de Dios don Juan de Palafox y Mendoza en su mayor tribulación.
Entre tanto, los Jueces se trasladaron a Puebla, apoyados del brazo secular. El Cabildo Eclesiástico, en parte adversarios de su obispo, declaró sede vacante, el 8 de julio. Ahora los jesuítas presentaron sus licencias, el 18 de julio, y el cabildo les restituyó la libertad de predicar y confesar. Al llegar la noticia de que se había nombrado virrey al obispo de Yucatán, amigo de Palafox, éste regresó a Puebla, en noviembre de 1647. Ambas partes, primero el obispo y después los jesuítas, habían recurrido al Papa, el que, en unión de los cardenales falló en favor del prelado, el 6 de abril de 1648. Esta noticia se recibió en Puebla con gran júbilo. Los jesuítas exhibieron de nuevo sus licencias, Palafox admitió las de algunos, reprobando otros y pidiendo que se presentasen a un examen, lo que no hicieron. El deán Juan de Vega (1642-54) y el racionero Montesinos, adversarios de su ordinario, se refugiaron en el colegio de jesuítas en México. El rey confirmó el fallo favorable de la Santa Sede, el 12 de diciembre de 1648, pero ya antes, el 6 de febrero del mismo año, había revocado al obispo. Habiendo consagrado la Catedral, el 18 de abril de 1649, salió Palafox para España, el 6 de mayo. Estuvo algún tiempo en la casa de su hermano menor, el marqués. En 1653 se decidió el conflicto definitivamente en su favor, en 1654, "por mano del visitador Lic. don Pedro de Gálvez recibió la Ciudad cédula de Su Majestad, satisfaciéndole de los agravios que recibió del Conde Salvatierra en el pleito del señor don Juan de Palafox con los padres jesuítas, y carta del dicho señor visitador, en que, por orden de Su Majestad, le satisface y le suplica no haga pública tal demostración". En el mismo año de 1654, Palafox fue promovido al pequeño obispado de Osama (Soria, Castilla Vieja), donde murió en 1659. Puebla le debe su Catedral, los colegios de S. Pedro y de las Vírgenes, y el núcleo de la biblioteca Palafoxiana. Escribió numerosos libros teológicos, entre ellos un comentario de las Cartas de Sta. Teresa, fue un hombre progresista que en varios asuntos anticipó las ideas que los gobiernos civil y eclesiástico realizaron siglos después, v. g. el estanco del tabaco y la prohibición de los autos sacramentales.
Los sucesores del prelado trataron de conseguir su canonización, a pesar de la oposición de los jesuítas, y debido a ella hasta ahora sin éxito. El pueblo le veneraba a tal grado que en 1691 la Inquisición publicó un edicto en que dice: "...prohibimos y mandamos en años pasados que ninguna persona de cualquier estado, calidad, condición... tuviese, pintase ni vendiese retratos de dos Juan Palafox y Mendoza", mandando recoger retratos de dicho prelado. El obispo Lardizábal (1723-33) "formó los primeros procesos sobre las virtudes y milagros en especio del Ilmo. Señor Palafox, trabajando en ellos por sí mismo con la mayor eficacia, para cumplir las letras remisoriales".
Al llegar éstas, el 28 de noviembre de 1729, el regocijo de la Ciudad fue general, pero "el vulgo se irritó a causa de que no se le permitió que subiera a las torres de la Catedral a repicar.
Forzaron la entrada y repicaron. ..."Creciendo el furor al parecer tumulto por bajar el señor Justicia Mayor Lic. Francisco de Bustamante a sosegarlos, desconociendo los maltrataron y dieron una herida en la cabeza (de) que padeció mucho tiempo; se hicieron muchos versos a favor de la causa." (Ya en 1650, los estudiantes de la Compañía de México habían sacado una máscara, demostración hecha en favor de los capitulares de Puebla, partidarios de los jesuítas.)
La expulsión de los jesuítas en 1767 se debe en parte a su oposición contra el deseo del rey Carlos III de llevar a cabo la canonización de Palafox. Al año siguiente se verificaron en Puebla festividades en honor del ilustre prelado, y una descripción de ellas se estampó en la imprenta del Colegio de S. Ignacio (frente al Hospicio) que había sido de la Compañía. Al final del folleto dice:

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