Calle de Espíndola. Avenida 2 Poniente 900

A mediados del siglo XVIII (1748) poseía casas en la acera Sur de esta cuadra Diego de Santa Cruz de Oyanguren y Espíndola (o Espínola). La finca que en 1747 recibió una merced de agua, se extendía hasta la C. 11 N. 1, donde había un temazcal (baño), y por la espalda hasta la Av. Reforma 9 , comprendiendo a lo menos 3 solares y 4 casas. 

Lavadera con la supuesta marca de Pablo Micieses.
Colección Rodolfo y Luis Bello.

Don Diego era “maestro examinado del oficio de locero de lo blanco” (1755). En el acta del examen de un maestro locero de 1721, escriben que le examinaron por “lo que mira a rueda y pintura, fino, entrefino, común, colorado y amarillo”. (Locero y locería son americanismos en vez de ‘alfarero’ y alfarería’.) 

La esposa de don Diego fue María Matiana de Zayas, ella también de una familia de loceros, la que sobrevivió a su marido fallecido antes de 1775. 

Un José de Espíndola, con casa propia y locería, se menciona en 1744. Parece que miembros de la familia sabían dedicado a esa profesión ya un siglo antes, pues la esposa del locero Salvador Carreto se llamó Juana de Espíndola. 

La supuesta marca de Pablo Micieses en el borde de la lavadera.

La locería pasó después a poder de Pablo Micieses de Altamirano, cuyo expendio estaba en la esquina de la Calle de la Pila (fuente) de Carrasco, En la primera parte del siglo XIX los edificios de la locería y del baño, dos casas seguidas, pertenecían a la archicofradía de Ntra. Sra. del Rosario. La locería subsistió, en la casa núm. 9, esquina de la C. 11 N. 1, hasta 1902, sirviendo entonces como sucursal de la fábrica establecida en la núm. 6. Esta última se cita desde 1852. 

Los loceros de lo blanco siempre preferían para la instalación de sus fábricas las manzanas a los dos lados de las de la C. 9 Norte, probablemente para que el humo no molestara a los vecinos, pues prevalecen los vientos Este y Sur. En 1852 había 10 fábricas de loza blanca: en la Calle de Espíndola (Av. 2 P. 900) 2, Calle del Mesón de Sosa (Av. 4 P. 900), Calle de Alfaro (Av. 8 P. 700) Calle de Zayas (Av. 10 P. 700) 2, Calle del Muerto (C. 9 N. 200), Calle de la Canoa, núm. 1 (C.9 N. 400), Calle de Carrillo (Sta. Gertrudis, C. 9 N. 600) y Calle de Doncellas (C. 7 N. 600). En 1885 hay igualmente 10, sólo la locería de la Calle del Muerto se registra en adelante en la Calle de la Capilla de Dolores (Av. 4 P. 700), probablemente por haber cambiado su entrada, y en lugar de la locería de la Calle de Doncellas hay otra en la Calle de Atenógenes (Corazón Jesús, C. 9 N. 1000), que es mucho más antigua. En 1896 se cuenta 7, faltando las 3 de las Calles de Sta. Gertrudis, Canoa y Atenógenes. En 1903 se citan 6, ya no existiendo la antigua de la Calle de Espíndola, núm. 9; y por haberse suprimido la de las Calles de Alfaro y Sayas, hoy quedan 3, ubicadas en las Calles de Espíndola, Mesón de Sosa y Capilla de Dolores, en dos manzanas inmediatas. Una fábrica situada en los alrededores tiene su expendio en la Calle de Zayas. En 1927 se estableció una nueva locería en la Avenida Hidalgo (Av. 18 P. 710). A principios del siglo XIX existían además locerías en la C. 9 N. 1400 (Cruz Loza), Av. 12 P. 700 (J. Ruiz) y Av. 6 P. 700 (Pimentel). 

Una prueba de que ya en el siglo XVII, cuando los primeros loceros se establecieron en Puebla —las Ordenanzas del gremio datan de 1653—, escogieron ese rumbo, entonces el extremo de la Ciudad, consiste en que la hermandad que formaron para el entierro de sus miembros, con el título de S. Antonio Abad y S. Amador, estaba fundada en la iglesia de S. Marcos, esquina de la dicha C. 9 Norte, desde el tiempo en que el templo aún se llamaba de S. Antonio Abad.  

En los siglos pasados la loza poblana fue un artículo importantísimo de exportación: “De la Puebla, el jabón y la loza y no otra cosa”. 

Veytia refiere que la loza blanca de Talavera, la más fina, se hacía con el barro que venía del barrio de Ntro, Sr. de los Reyes en el pueblecillo de S. Baltasar. Es un barro blanco, caolín, que hoy traen del rumbo de Totimehuacán. Bermúdez de Castro cita yacimientos en ambas localidades. Mézclanlo con un barro obscuro del cerro de Guadalupe (Rancho de Oropeza), lavando los dos. Para el color azul se importaba de Castilla zafre, óxido de cobalto. También se usaban azarcón y albayalde (véase C. J. Ruiz). La Calle de Espíndola lleva su nombre desde 1779, leyéndose también la forma: Calle de Espíndola (1818). En las Ordenanzas de Flon (1796) se designa por Calle de Espíndola no sólo esta cuadra, sino por equivocación también Av. 3 P. 900 (Padre Avila).  

Otras calles que llevan nombres de loceros son: Baño de Carreto, Alfaro y Zayas, y antes las de Carrillo (Sta. Gertrudis), Atenógenes (Corazón Jesús) y Cabezas (J. Ruiz).

En la esquina de la C. 11 N. 200 (B. Juárez) había una calera llamada de la Sta. Cruz (1852-1906).

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