Esteban de Antuñano, nacido en Veracruz el 26 de diciembre de 1729, recibió su educación en una población industrial de las provincias vascongadas (España) y se estableció en Puebla en 1811. fungió de síndico en el primer ayuntamiento de la época independiente (1822) y en 1829 compró a miembros de la familia Haro y Tamariz una casa “en el Paseo de la Alameda, arriba del Paseo Público”, mirando al Oriente, la que hoy forma la esquina de la C. 10 N. 2000 y la Av. 20 Or. 800 y sigue perteneciendo a sus descendientes. (Parece que en el mismo rumbo estaba antes la casa de campo de Clemente de Lafragua, registrada en el padrón de 1792) Desde luego Antuñano reconoció una hipoteca sobre esta finca para establecer una fábrica de hilados y tejidos de algodón, que edificó enfrente de su casa, en la acera Oriente de esta cuadra, al Norte de una fabriquita en donde había empezado sus ensayos y la que llevaba todavía el nombre de obraje, con que se designaban tales establecimientos en los siglos anteriores. En 1847 quedaban de la fábrica primitiva sólo algunas ruinas. La segunda fábrica, ésta “a vapor”, se nombró La Educación de los Niños. La fábrica definitiva se estableció en 1835 a orillas del río Atoyac en el Molino de Sto. Domingo.
Este molino, de pan moler, edificado en 1543, había pasado a manos del convento en 1576 por donación de su dueño y fundador Juan López de la Rosa. Desde principios del siglo XVIII había allí dos molinos, uno el Chico y otro el Grande, nombrados también de la Rinconada (1797) y de Enmedio. En 1784 los dominicos vendieron su posesión al capitán Pedro García de Huesca. Los molinos desde entonces se titularon de S. Pedro Mártir y S. Vicente. La hacienda llamada igualmente de Sto. Domingo y que formaba la parte principal del predio, llegaba en el Sur hasta el camino y puente de México. Se utilizaba en los molinos no sólo el agua del Atoyac, para la que se construyó una nueva presa en 1607, sino también el agua sulfurosa que brota en el Rancho Colorado y sirve para baños, que datan probablemente de los principios del siglo XvII. La Ciudad hizo merced de ese manantial a Juan de Castillo, tal vez el mismo Juan García del Castillo que fue regidor y obrajero, hacia 1612-17. Este contruyó entonces los baños llamados de Castillo. veytia, en cuyo tiempo (1780) los baños estaban en ruinas, llama al manantial el de la Calera, y el rancho se titula de la Calera en 1829 y 1855, pero en 1840, “rancho de la Encarnación Caleras, alias Colorado”. Veytia conoce una tradición que pone esos baños en relación con el obispo Palafox.
También se utiliza en los molinos la caída de agua, que existe en el punto llamado Aquilaque y situado dentro de los linderos de la hacienda. Como “el ojo de agua que llaman de Aquileaque” se lo cita ya en 1677.
El Molino Chico siguió sirviendo de molino de trigo. En el Molino Grande instaló Antuñano, con ayuda del Banco Nacional de Avío, fundado en México poco antes (1831), primero la fábrica llamada La Constancia Mexicana, y después La Economía. La segunda se llamó así, según la tradición, porque se hizo con la maquinaria que sobraba de la primera. De este modo Antuñano introdujo en nuestro país la industria textil con métodos modernos, y empleando los husos automáticos inventados por el inglés Arkwright (1732-92), transformó completamente los antiguos obrajes. Sus socios le abandonaron, los obreros invocaron la intervención del Congreso de la Unión para que se clausuraran las fábricas, los buques que traían la maquinaria de los Estados Unidos, naufragaeon. Sus adversarios, entre ellos Peña (1835), creían que las máquinas harían superfluo el trabajo manual y que arruinarían la existencia de tantas familias de trabajadores. Pero la Constancia Mexican” de Antuñano venció todas las dificultades.
El 4 de febrero de 1847, el Congreso del Estado declaró “ilustre fundador de la industria fabril en la República y Benemérito del Estado al C. coronel don Esteban de Antuñano”. Poco sobrevivió a tan merecido título, falleciendo el 7 de marzo de 1847. Está sepultado en la iglesia del Carmen, en la cripta de la capilla de la Virgen, hoy arruinada.
Respecto a su carreta militar se sabe que en 1821 o 1822 fue teniente del Regimiento del Principe; en 1824 le nombraron teniente coronel en el Batallón de Milicia Activa y en 1829 coronel en el Batallón del Comercio número 21, que formó. En 1824 vivía en la Calle de la Santísima. En 1835 su almacén de hilados se hallaba en la casa de los Muñecos, Calle primera de los Mercaderes donde también murió.
Puebla le debe además mucho en otros ramos de la industria por ej. en la fabricación de vidrio “al estilo de Europa”. Sus yernos establecieron la primera fábrica de papel en el país.
En un terreno de la hacienda de Sto. Domingo, el que Antuñano le había vendido en 1845, instaló Dionisio de Velasco y Gutiérrez del Valle la fábrica de El Patriotismo.
La cuadra que antiguamente se titulaba Calle del Paseo Viejo , lleva el nombre de Plazuela de Antuñano en 1881, 1891, en los planos de Careaga (1883) y de Soto (1915), pero carece de denominación en el Croquis Azul, Nieto y Camarillo. Ambas nomenclaturas relacionan el nombre de Plazuela de Antuñano aparentemente con la Plazuela de las Piadosas. En el padrón de 1902, las dos cuadras, C. 10 N. 2000 y 12 N. 2200, se denominan Plazuela de Antuñano.
El jardín en la Plazuela de Antuñano y las dos escalinatas para bajar al Paseo Hidalgo se estrenaron en 1894 . El nombre oficial es actualmente Jardín Ignacio Zaragoza.
Los terrenos entre la Plazuela de las Piadosas y el río hoy forman la Colonia Osorio, nombre que le puso el propietario Manuel Osorio en 1917, en memoria de su padre Lorenzo J. Osorio, dueño de la ladrillera El Jardín, que ocupaba entonces el terreno al Norte de la Av. 2 Or. 800 y cuya casa y jardín estaban en la manzana al Sur, al Norte de la casa de Antuñano. Esa ladrillera, “situada entre los barrios de S. José y Sta. Cruz”. Junto “al ojo de agua que nombran de Almoloya”, y que lindaba por el Poniente con el barrio de Xanenetla y por el Norte con el cerro de Ntra.Sra. de Loreto, había pertenecido, a principios del siglo XVIII (1707), a Diego López Botello y tomó después (1779) el nombre de Ladrillera de la Boveda, por el que se conocía aún en 1852 y 1868. Como Ladrillera de Guzmán se la cita en los padrones de 1773 y 1792, y como “la Ladrillera junto de Almoloya”, en el padrón de 1782. Es curioso que entonces uno de sus propietarios fuera un Luis Mariano Osorio, que en 1782 compró “la Cantera, ladrillera de la Bóveda y ojos de agua nombrados de Almoloya”. Parece que el mismo, en 1758 reedificó la iglesia de Guadalupe en el cerro. Su sucesor, el gobernador de los naturales Pedro Santiago Pérez, estableció en la ladrillera una fábrica de loza blanca. En 1834 el dueño fue Mariano Caballero de Carranza, en 1852 y 1862 su hijo Mariano Carranza. Por eso la ladrillera figura como la de Carranza, situada al Norte de la Av. 22 Oriente 800, en los planos de Careaga (1856-1883), pero ya en 1843 “la casa de la ladrillera” estaba em la acera Sur de la Av. 22 Oriente 800, llamada entonces Calle de la Ladrillera de Carranza, en la esquina de la C. 6 N. 2000, y lindaba al Sur con la casa de Antuñano. En el jardín, que está marcado en el plano de 1883, subsiste una pequña alcantarilla.
La mencionada fábrica de La Educación de los Niños en la acera Oriente de la cuadra ya no trabajó en 1850 y se convirtió su local en un tívoli con una cervecería (1855), que subsistió en 1881.
Tívoli es el nombre de un pueblo cerca de Roma, conocido ya en la antigüedad por lo pintoresco de su sitio, sus cascadas y su clima agradable y que servía de lugar de recreo a los romanos (Tibur). En Puebla se citan tívolis en una acta del Cabildo de 1849. En el plano de Ordoñez del propio año está marcado, a más del mencionado, otro en la casa misma de Antuñano. En 1851 se escribe: “No obstante los estragos del tiempo y de la miseria, el barrio del Alto aún revela la existencia de mejores días, se conservan todavía algunos de los edificios que sirvieron de recreo a las antiguas familias, que dejaban durante largas temporadas la Ciudad para gozar de aquella temperatura hermosa y saludable; ese lugar era hace 25 años lo que la Ribera de S. Cosme en México. Hoy no puede decirse lo mismo, y una parte considerable del Alto son escombros y ruinas. Muy cerca del antiguo Paseo, personas emprendedoras y de buen gusto se han empeñado por proporcionar lugares públicos de recreo, reedificando algunas de las casas. La existencia de los Tívolis, sin embargo, ha venido a ser muy precaria.”
El tívoli en la antigua fábrica de Antuñano se distinguía con el nombre de los Campos Elíseos de otro tívoli que, ya en 1852, existía en el baño del Matadero del Paseo Nuevo. “En estas casas había variedad de juegos y se reunían algunas familias los días festivos.” En 1885 no sólo subsistían estos dos, sino que había dos más, en los baños del ojo de S. Pablo y en el Estanque de los Pescaditos. Este último y un nuevo Tívoli del Eliseo en la Calle de la Libertad, eran los únicos que existían en 1896. Después han desaparecido.
En el tívoli de los Campos Eliseos, que miraba al oriente (1855) y tenía su entrada principal por la Calle de S. Juan del Río (1871), se estableció, después de 1881, una fábrica de ácidos y productos químicos, con entrada por la Plazuela de Antuñano (1885), y en 1894 la Misericordia Cristiana. Este instituto, destinado para arrepentidas, contenía también un colegio con talleres para niñas, que subsistió hasta principios de 1928. Su fundador fue el Pbro. José María de Yermo y Parres, que murió en 1904. En 1896 lo administraban las Hermanas del Sagrado Corazón de Jesús. En el jardín hay un pedestal con una inscripción pintada que díce: Esta casa se fundó el 19 de marzo de 1894. El plantel tenía su puerta principal en la Calle de S. Juan del Río. Hacia la Plazuela de Antuñano hay una preciosa fachada oculta parcialmente por una barda que se levantó al incorporar parte de la plazuela a la finca.
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