Los nombres de esta cuadra en el siglo XVIII, sin tomar en consideración la ortografía variable de la palabra Belén, fueron: Calle del Costado de la Iglesia del Convento de Belén (1728); Calle de la Puerta del Costado de Ntra. Sra. De Belén (1761-1817); calle del Costado de Belén en las Ordenanzas de Flon (1796). En el plano de Almazán (1863) se da este nombre por equivocación a la Av. 4 P. 500. Hoy la puerta del costado, así de esta iglesia como de las demás de la Ciudad, menos la Catedral está tapiada.
Desde el padrón de 1832 la cuadra se llama invariablemente Calle de las Bóvedas de Belén.
En la época colonial había la costumbre de enterrar los cadáveres en el interior de los templos, y esta práctica se continuó, a pesar de la ley de 1827, que la prohibió, hasta 1838, tomando entonces el Ayuntamiento medidas enérgicas para impedir que las capillas, especialmente la de los Mixtecos en Sto. Domingo, se usasen para ese objeto.
Sabemos que una bóveda subterránea se construyó para el entierro de los naturales en el atrio de la Catedral, delante de la capilla llamada después de los Aguadores (1766). Dicha costumbre, sin duda, contribuyó considerablemente a hacer tan terribles las epidemias que sin cesar asolaban a Puebla, disminuyendo su población, sobre todo la parte indígena de ella. Las bóvedas sepulcrales de los templos situadas en parte sobre el nivel del suelo, ventilaban a las calles por ventanas. En 1819 se mandó que se cegaran esas ventanas o que se les pusieran bramadores, para lograr que los vapores de la corrupción salieran con menos perjuicio para los vecinos y transeúntes. Algunos de esos respiradores, en forma de rendijas verticales, se ven aún hoy en la parte inferior de la pared del templo de Belén, hacia la mitad de esta calle.
Desde el padrón de 1832 la cuadra se llama invariablemente Calle de las Bóvedas de Belén.
En la época colonial había la costumbre de enterrar los cadáveres en el interior de los templos, y esta práctica se continuó, a pesar de la ley de 1827, que la prohibió, hasta 1838, tomando entonces el Ayuntamiento medidas enérgicas para impedir que las capillas, especialmente la de los Mixtecos en Sto. Domingo, se usasen para ese objeto.
Sabemos que una bóveda subterránea se construyó para el entierro de los naturales en el atrio de la Catedral, delante de la capilla llamada después de los Aguadores (1766). Dicha costumbre, sin duda, contribuyó considerablemente a hacer tan terribles las epidemias que sin cesar asolaban a Puebla, disminuyendo su población, sobre todo la parte indígena de ella. Las bóvedas sepulcrales de los templos situadas en parte sobre el nivel del suelo, ventilaban a las calles por ventanas. En 1819 se mandó que se cegaran esas ventanas o que se les pusieran bramadores, para lograr que los vapores de la corrupción salieran con menos perjuicio para los vecinos y transeúntes. Algunos de esos respiradores, en forma de rendijas verticales, se ven aún hoy en la parte inferior de la pared del templo de Belén, hacia la mitad de esta calle.
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