En la esquina de esta cuadra y de la C. 5 N. 1600 había antes una caja de agua, llamada la Caja Colorada, la más importante de las dos o tres, que hasta 1856 se usaban. Esta figuraba en el plano de 1807. Así como la Fuente Alta estaba junto a la Caja Chica, así había “una fuente pública al pie” de esta Caja Colorada, y varias alcantarillas.
Hoy queda de ella sólo la lápida en la pared Sur de la casa que se construyó en su lugar. La inscripción, la más antigua que subsiste en Puebla, reza:
REINANDO DON PHELIPPE QVARTO NVESTRO SEÑOR Y GOBERNADOR ESTA NVEVA ESPAÑA EL EX(CELENTISI)MO.VIREI MARQUES DE CERRALBO HIZO ESTA OBRA LA MVI NOBLE Y MVI LEAL CIVDAD DE LOS ANGELES SIENDO SV ALCALDE MAYOR Y TENIENTE DE CAPITAN GENERAL DON LVIS DE CORDOVA BOCANEGRA CABALLERO DEL ABITO DE SANTIAGO Y COMISARIOS LOS REGIDORES PEDRO DE VRIVE IVAN DE NARVAEZ Y IVAN DE CARMONA TAMARIS DEPOSITARIO GENERAL AÑO DE 1626.
Felipe IV reinó de 1621 a 1665. Rodrigo Pacheco Osorio, marqués de Cerralvo, gobernó de 1624 a 1635. Bocanegra fue alcalde mayor de 1625 a 1626.
El regidor Pedro Uribe inspeccionó en 1600 la construcción de la nueva carnicería en la calle de este nombre (Independencia). En 1617, el mismo propuso al Cabildo que se hiciera una imagen de bulto de S. Miguel con sus andas, para que la llevasen en hombros los regidores en la procesión que andaba por el cuerpo de la Iglesia Catedral; en 1618 estaba hecha la imagen. En 1621 firmó las Ordenanzas de Carnicerías en unión de sus dos colegas citados en la misma inscripción. Como fiel albacea le conoce Ríos Arce.
El regidor Juan de Narváez, siendo procurador de la Ciudad, en 1617 pidió al obispo de la Mota (1608-25) censuras graves contra el que tuviera el libro primero de Cabildo, que se había extraviado, no tardando en faltar también el segundo. En 1620 presentó al Cabildo una queja por usurpaciones en el ejido de la Ciudad cerca del cerro de S. Juan. En 1626 intervino en el establecimiento de la Alhóndiga. Villa Sánchez le cita entre las personas ricas en lo pasado.
Juan de Carmona y Tamariz, desde 1610, fue depositario general, el primero que hubo en la Ciudad; también tenía el cargo de alférez mayor, y en 1644 se le nombró alcalde ordinario por orden del virrey, habiendo fallecido el alcalde Domingo de Arechao en enero del mismo año. Su hijo, el Lic. Antonio de Carmona Tamariz, presbítero, en 1650 escribió un tratado sobre la consagración de la Catedral.
En la inscripción no se menciona el obrero mayor. Tal vez lo fue todavía el capitán y regidor Luis Cerón Zapata, quien desde 1624 estuvo ausente en una expedición militar a las Filipinas.
La costumbre de colocar tales lápidas, data del siglo XVI. Hacia 1555 la Ciudad había dado a su corregidor (alcalde mayor) Luis de León Romano el derecho de poner sus armas y retrato con su nombre en todas las obras públicas que terminara. Se trataba de construir el puente de S. Francisco y tiendas en los Portales, conducir el agua dulce y limpia (potable) a la Ciudad y hacer la fuente en la plaza. Don Luis, el fundador del colegio que lleva su nombre, no pudo hacer uso de este privilegio, porque el virrey le nombró corregidor de Oaxaca, donde murió en 1557. En el mismo año (1557), habiéndose concluido la fuente de la Plaza, se hizo merced al alcalde Francisco Reinoso, para que en la fuente, bajo las armas de la Ciudad, pusiera lo siguiente: ESTA OBRA COMENZO Y ACABO FRANCISCO REINOSO, SIENDO ALCALDE; y que en la fuente de la cárcel, abajo de las armas de Su Majestad, pusiera las suyas.
Para las obras de la primera Iglesia Mayor y las casas del Cabildo se sirvieron de una acequia, tomada del río de S. Francisco, que recorría todo lo poblado entonces. Procuraron irla cubriendo, sobre todo en las esquinas de las calles. Pasaba probablemente por la Calle del 5 de Mayo, llamada entonces de Sto. Domingo, formando el “arroyo” en que cayó el poeta Gutiérrez Cetina (1554), al ser acuchillado.
La primera fuente para uso público ya se había hecho en el patio del convento de S. Francisco hacia 1535. El agua potable que se condujo a la plaza en 1556-57, brotaba probablemente cerca del cerro de Guadalupe, corría hasta el actual molino de S. Antonio y pasaba por un arco sobre el río. Otros manantiales se descubrieron en 1549 y se les concedió a los conventos de Sto. Domingo y S. Agustín, que trajeron el agua a su costa a la Ciudad, destinándose para los habitantes todo lo que sobraba a los religiosos. En 1585 se encontraron nuevos manantiales, probablemente por haberse trasladado los anteriores a otros lugares, debido a que habían sacado muchas piedras para construcciones. Veytia cree que se trata del Agua Santa, que nace al Oriente de la garita de Tlaxcala. Desde luego se hizo una cerca de alicanto y se agregó el agua a la otra que abastecía la fuente en la Plaza. Estos trabajos se efectuaron por Juan Barranco en 1586, el mismo a quien se quitó parte de su solar en 1588 para hacer la plazuela delante del templo de la Compañía. Nuevamente se cercaron los manantiales con “amurallados pertrechos de cal y canto” en 1677. Las aguas de los citados veneros y de la Cieneguilla (en México se dice ciénega y cieneguilla en lugar de “ciénega” y “cieneguilla”) no necesitaban puente para atravesar el río, hallándose a su orilla derecha. Sin embargo, escriben en 1802 que el conducto “transita por debajo del río”.
Definitivamente el conducto con sus cajas y alcantarillas arreglose en los dos primeros decenios del siglo XVII, es decir en la época que los regidores citados en la inscripción desempeñaban su cargo. En 1775 se hizo una tarjea (atarjea, hoy caño) nueva, por haberse deteriorado la antigua. Mariano Veytia, el historiador, y Mariano Enciso y Tejeda fueron los comisionados y Juan Antonio de Santa María el obrero mayor. La tarja de 1775 tenía “1/2 vara en cuadro, sobre buen cimiento y cortinas de cal y canto, forradas éstas y el suelo por dentro en laja de cantería labrada, bien unida y zulaqueada”. Corría subterránea hasta cerca del Refugio. Por el declive del terreno se iba elevando, ya abierta, hasta llegar a la primera caja o recipiente, en la esquina de esta Av. 16 P. 300, llamada la Caja Colorada, y después a la segunda caja, situada en la esquina de la C. 5 N. 1200 (Fuente Alta) y la Av. 12 P. 500 (Ventanas), la que subsiste todavía. Según Veytia, el plano de 1883 y los restos que aún se ven, el caño entraba a la Ciudad entre la Plazuela del Refugio y el Molino de S. Antonio, pasaba por las espaldas de la casas de la acera Oriente de la C.5 N. 2400-2200 (J. Granados), hasta aquí por terrenos del citado molino, cuyo dueño, en el siglo XVI, había dado su “beneplácito” para ello. Corriendo en la misma acera Oriente de las cuadras 2000-1600, pasaba a la acera Poniente en la esquina de la Av. 16 Poniente. La bocacalle de la Av. 22 P. 300 (Calzada) se atravesaba por medio de un terraplén, la calzada, las siguientes, bajo del suelo, por medio de alcantarillas en cada extremo, solo en la Av. 18 P. 300 y la Av. 14 P. 500 había arcos, sobre los cuales corría el agua, llamándose el primero el Arco chico y el segundo el Arco Grande. Ambos arcos se quitaron en 1775, porque impedían el tráfico, y se substituyeron por alcantarillas. La muralla sobre la que está el caño, tiene un ancho de 1.20 m. aproximadamente.
Después de la muerte de Veytia (1780), se construyó una nueva caja de agua en la esquina de la C. 5 N. 2200 (Granados) y de la Av. 22 P. 300 (Calzada), llamada la Blanca.
Las diferentes partes de la Ciudad recibieron su agua potable en el siguiente orden cronológico; el Alto, en 1535 y 1591; la Plaza (Zócalo) y el centro, en 1557; el Carmen, en 1603 (Carmen, Pl.); Analco, en 1759 (C. Luz). En la segunda parte del siglo XVIII había, pues, 6 conductos: el principal, los del alto, de Analco, de Santiago, del Carmen y del Colegio del Espíritu Santo.
La cañería que llevaba el agua a las numerosas alcantarillas en la diversas partes de la Ciudad, estaba hecha primero de tubos de barro, parte de los que se substituyó en el siglo XVII por caño de piedra. Pues en 1618 se celebró un contrato con Nicolás Montiel, según el cual éste se obligó a hacer durante 6 años anualmente 50 caños de piedra de cantería de a dos tercias (2/3 de vara o 0,56 m.) de largo, y del hueco de los dos de barro, y poner más altas las cajas del agua que había en algunas calles. Por lo tanto, la citada inscripción se refiere a esta compostura de la cañería. En 1855 Ignacio Guerrero y Manzano, el mismo que después construyó el teatro en el Portal de Hidalgo y el hotel hoy de Arronte, instaló como representante de la empresa de Cañerías el nuevo sistema de fuentes económicas o de llave económica, con cañerías de hierro. Desde entonces todos los dueños de casas tienen que pagar una pensión de agua, a pesar de sus antiguas mercedes. La introducción de tubos de plomo en 1908 encontró mucha oposición de parte de la población.
El sistema moderno de aprovisionar la Ciudad con agua potable consiste en que se eleve por medio de bombas el agua de los manantiales de la Cieneguilla y otros al recipiente situado junto al fuerte de Loreto, de donde se surte la zona Poniente de la Ciudad. Al otro recipiente, ubicado en Xonaca, en la falda Sur del cerro de Guadalupe, vienen por su gravedad las aguas de los manantiales del Rancho de Rementería, para surtir a la zona Oriente. Este sistema fue introducido por el presidente municipal Francisco Velasco (1907-10).
En tiempos de Luis de León (1555) se comenzó a conducir el agua a las casas de los vecinos, tomada en las alcantarillas, vendiéndose el llamado tornillo de agua de $120. En el Cabildo del 30 de marzo de 1602, con asistencia del regidor Pedro de Uribe, se acordó que “las mercedes que se hicieren a las casas de los vecinos de esta Ciudad, del agua que agora se trae a la Plaza y pila de ella, … que no pueda ser más para cada casa que una paja de agua, sin remaniente de ella, ni para regar huerto”. El precio de una paja de agua se fijo en $300 de oro común. A los conventos se daría gratis medio real, a los regidores una paja con su remaniente. También destinose un libro para la traza y el repartimiento de las fuentes. Las mercedes que se acordaron entre 1602 y 1622 están concienzudamente registradas, con parte de la del siglo XVI. En 1618, siendo regidores Pedro de Uribe, Juan de Narváez y Juan de Carmona Tamariz, se amplió ese acuerdo en el sentido de que los regidores pudieran vender y traspasar el remaniente. Pero en el siglo XVIII parece que se les concedía solo una paja, sin el remaniente, para su libre disposición. Igualmente los conventos desde el siglo XVII no pudieron disponer del remaniente de su agua, aunque varias veces lo hacían, pues la sobrante era para el uso público. Habiendo resultado la medida de una paja demasiado pequeña, en la mayor parte de los casos prácticamente inútil, se acordó en 1777, a proposiciones del regidor y obrero mayor Rabanillo, “que en el recipiente o toma se pusiera un caño, a cada individuo de 6 pajas y para las comunidades de un limón”. En 1839 se designó como tamaño de la merced común, llamada de nuevo paja, el círculo de medio real de plata del cuño mexicano. También se usaban para determinar los calibres de las datas o grifos, desde principios del siglo XVII círculos trazados en los documentos, por ejemplo en el libro XIII de Cabildos, foja 178.
Respecto a la expresión caja (del agua) es de advertir que significaba también “cauce”, “lecho del río”. Así la usa Veytia (1780). Otros ejemplos son: una casa en la Calle de la Puente de las Budas, cuya otra “frente mira a la caja de agua…, linda por el Oriente con dicha caja del río” (1803). Un rancho linda con “la caja vieja del río Atoyac” (1806).
Sinónimo con caja en el sentido de “recipiente” es canoa (del agua). Actualmente se entiende en Puebla por canoa un tronco de árbol ahuecado, que sirve de abrevadero para las bestias. “Por medio de canoas” pasaba el agua de un manantial que brotaba junto a la pulquería del Navío, al otro lado del río, para utilizarse en el rancho del Mirador (1817). Para designar el recipiente en la esquina de la Av. 16 P. 300 escriben canoa en 1676, 1691, 1697, 1737, 1745, 1797 y 1800. Veytia dice caja, vocablo que también hallamos usado en 1690, 1732 y 1784.
Veytia llama al conducto abierto del agua la tarjea, y se usa esta forma también en 1690, 1736, 1791 (“la tarjea del agua dulce”) y 1824. Atarjea escriben en 1811.
Otras expresiones son: “calzada del agua de esta Ciudad” (1713); “caño” (1709); “(la Rinconada de) “los caños del agua limpia” (1785); “cañería” (1713, 1737, 1758); “cañería de agua dulce” (C. Arco Chico, 1799); “cañería
Hoy queda de ella sólo la lápida en la pared Sur de la casa que se construyó en su lugar. La inscripción, la más antigua que subsiste en Puebla, reza:
REINANDO DON PHELIPPE QVARTO NVESTRO SEÑOR Y GOBERNADOR ESTA NVEVA ESPAÑA EL EX(CELENTISI)MO.VIREI MARQUES DE CERRALBO HIZO ESTA OBRA LA MVI NOBLE Y MVI LEAL CIVDAD DE LOS ANGELES SIENDO SV ALCALDE MAYOR Y TENIENTE DE CAPITAN GENERAL DON LVIS DE CORDOVA BOCANEGRA CABALLERO DEL ABITO DE SANTIAGO Y COMISARIOS LOS REGIDORES PEDRO DE VRIVE IVAN DE NARVAEZ Y IVAN DE CARMONA TAMARIS DEPOSITARIO GENERAL AÑO DE 1626.
Felipe IV reinó de 1621 a 1665. Rodrigo Pacheco Osorio, marqués de Cerralvo, gobernó de 1624 a 1635. Bocanegra fue alcalde mayor de 1625 a 1626.
El regidor Pedro Uribe inspeccionó en 1600 la construcción de la nueva carnicería en la calle de este nombre (Independencia). En 1617, el mismo propuso al Cabildo que se hiciera una imagen de bulto de S. Miguel con sus andas, para que la llevasen en hombros los regidores en la procesión que andaba por el cuerpo de la Iglesia Catedral; en 1618 estaba hecha la imagen. En 1621 firmó las Ordenanzas de Carnicerías en unión de sus dos colegas citados en la misma inscripción. Como fiel albacea le conoce Ríos Arce.
El regidor Juan de Narváez, siendo procurador de la Ciudad, en 1617 pidió al obispo de la Mota (1608-25) censuras graves contra el que tuviera el libro primero de Cabildo, que se había extraviado, no tardando en faltar también el segundo. En 1620 presentó al Cabildo una queja por usurpaciones en el ejido de la Ciudad cerca del cerro de S. Juan. En 1626 intervino en el establecimiento de la Alhóndiga. Villa Sánchez le cita entre las personas ricas en lo pasado.
Juan de Carmona y Tamariz, desde 1610, fue depositario general, el primero que hubo en la Ciudad; también tenía el cargo de alférez mayor, y en 1644 se le nombró alcalde ordinario por orden del virrey, habiendo fallecido el alcalde Domingo de Arechao en enero del mismo año. Su hijo, el Lic. Antonio de Carmona Tamariz, presbítero, en 1650 escribió un tratado sobre la consagración de la Catedral.
En la inscripción no se menciona el obrero mayor. Tal vez lo fue todavía el capitán y regidor Luis Cerón Zapata, quien desde 1624 estuvo ausente en una expedición militar a las Filipinas.
La costumbre de colocar tales lápidas, data del siglo XVI. Hacia 1555 la Ciudad había dado a su corregidor (alcalde mayor) Luis de León Romano el derecho de poner sus armas y retrato con su nombre en todas las obras públicas que terminara. Se trataba de construir el puente de S. Francisco y tiendas en los Portales, conducir el agua dulce y limpia (potable) a la Ciudad y hacer la fuente en la plaza. Don Luis, el fundador del colegio que lleva su nombre, no pudo hacer uso de este privilegio, porque el virrey le nombró corregidor de Oaxaca, donde murió en 1557. En el mismo año (1557), habiéndose concluido la fuente de la Plaza, se hizo merced al alcalde Francisco Reinoso, para que en la fuente, bajo las armas de la Ciudad, pusiera lo siguiente: ESTA OBRA COMENZO Y ACABO FRANCISCO REINOSO, SIENDO ALCALDE; y que en la fuente de la cárcel, abajo de las armas de Su Majestad, pusiera las suyas.
Para las obras de la primera Iglesia Mayor y las casas del Cabildo se sirvieron de una acequia, tomada del río de S. Francisco, que recorría todo lo poblado entonces. Procuraron irla cubriendo, sobre todo en las esquinas de las calles. Pasaba probablemente por la Calle del 5 de Mayo, llamada entonces de Sto. Domingo, formando el “arroyo” en que cayó el poeta Gutiérrez Cetina (1554), al ser acuchillado.
La primera fuente para uso público ya se había hecho en el patio del convento de S. Francisco hacia 1535. El agua potable que se condujo a la plaza en 1556-57, brotaba probablemente cerca del cerro de Guadalupe, corría hasta el actual molino de S. Antonio y pasaba por un arco sobre el río. Otros manantiales se descubrieron en 1549 y se les concedió a los conventos de Sto. Domingo y S. Agustín, que trajeron el agua a su costa a la Ciudad, destinándose para los habitantes todo lo que sobraba a los religiosos. En 1585 se encontraron nuevos manantiales, probablemente por haberse trasladado los anteriores a otros lugares, debido a que habían sacado muchas piedras para construcciones. Veytia cree que se trata del Agua Santa, que nace al Oriente de la garita de Tlaxcala. Desde luego se hizo una cerca de alicanto y se agregó el agua a la otra que abastecía la fuente en la Plaza. Estos trabajos se efectuaron por Juan Barranco en 1586, el mismo a quien se quitó parte de su solar en 1588 para hacer la plazuela delante del templo de la Compañía. Nuevamente se cercaron los manantiales con “amurallados pertrechos de cal y canto” en 1677. Las aguas de los citados veneros y de la Cieneguilla (en México se dice ciénega y cieneguilla en lugar de “ciénega” y “cieneguilla”) no necesitaban puente para atravesar el río, hallándose a su orilla derecha. Sin embargo, escriben en 1802 que el conducto “transita por debajo del río”.
Definitivamente el conducto con sus cajas y alcantarillas arreglose en los dos primeros decenios del siglo XVII, es decir en la época que los regidores citados en la inscripción desempeñaban su cargo. En 1775 se hizo una tarjea (atarjea, hoy caño) nueva, por haberse deteriorado la antigua. Mariano Veytia, el historiador, y Mariano Enciso y Tejeda fueron los comisionados y Juan Antonio de Santa María el obrero mayor. La tarja de 1775 tenía “1/2 vara en cuadro, sobre buen cimiento y cortinas de cal y canto, forradas éstas y el suelo por dentro en laja de cantería labrada, bien unida y zulaqueada”. Corría subterránea hasta cerca del Refugio. Por el declive del terreno se iba elevando, ya abierta, hasta llegar a la primera caja o recipiente, en la esquina de esta Av. 16 P. 300, llamada la Caja Colorada, y después a la segunda caja, situada en la esquina de la C. 5 N. 1200 (Fuente Alta) y la Av. 12 P. 500 (Ventanas), la que subsiste todavía. Según Veytia, el plano de 1883 y los restos que aún se ven, el caño entraba a la Ciudad entre la Plazuela del Refugio y el Molino de S. Antonio, pasaba por las espaldas de la casas de la acera Oriente de la C.5 N. 2400-2200 (J. Granados), hasta aquí por terrenos del citado molino, cuyo dueño, en el siglo XVI, había dado su “beneplácito” para ello. Corriendo en la misma acera Oriente de las cuadras 2000-1600, pasaba a la acera Poniente en la esquina de la Av. 16 Poniente. La bocacalle de la Av. 22 P. 300 (Calzada) se atravesaba por medio de un terraplén, la calzada, las siguientes, bajo del suelo, por medio de alcantarillas en cada extremo, solo en la Av. 18 P. 300 y la Av. 14 P. 500 había arcos, sobre los cuales corría el agua, llamándose el primero el Arco chico y el segundo el Arco Grande. Ambos arcos se quitaron en 1775, porque impedían el tráfico, y se substituyeron por alcantarillas. La muralla sobre la que está el caño, tiene un ancho de 1.20 m. aproximadamente.
Después de la muerte de Veytia (1780), se construyó una nueva caja de agua en la esquina de la C. 5 N. 2200 (Granados) y de la Av. 22 P. 300 (Calzada), llamada la Blanca.
Las diferentes partes de la Ciudad recibieron su agua potable en el siguiente orden cronológico; el Alto, en 1535 y 1591; la Plaza (Zócalo) y el centro, en 1557; el Carmen, en 1603 (Carmen, Pl.); Analco, en 1759 (C. Luz). En la segunda parte del siglo XVIII había, pues, 6 conductos: el principal, los del alto, de Analco, de Santiago, del Carmen y del Colegio del Espíritu Santo.
La cañería que llevaba el agua a las numerosas alcantarillas en la diversas partes de la Ciudad, estaba hecha primero de tubos de barro, parte de los que se substituyó en el siglo XVII por caño de piedra. Pues en 1618 se celebró un contrato con Nicolás Montiel, según el cual éste se obligó a hacer durante 6 años anualmente 50 caños de piedra de cantería de a dos tercias (2/3 de vara o 0,56 m.) de largo, y del hueco de los dos de barro, y poner más altas las cajas del agua que había en algunas calles. Por lo tanto, la citada inscripción se refiere a esta compostura de la cañería. En 1855 Ignacio Guerrero y Manzano, el mismo que después construyó el teatro en el Portal de Hidalgo y el hotel hoy de Arronte, instaló como representante de la empresa de Cañerías el nuevo sistema de fuentes económicas o de llave económica, con cañerías de hierro. Desde entonces todos los dueños de casas tienen que pagar una pensión de agua, a pesar de sus antiguas mercedes. La introducción de tubos de plomo en 1908 encontró mucha oposición de parte de la población.
El sistema moderno de aprovisionar la Ciudad con agua potable consiste en que se eleve por medio de bombas el agua de los manantiales de la Cieneguilla y otros al recipiente situado junto al fuerte de Loreto, de donde se surte la zona Poniente de la Ciudad. Al otro recipiente, ubicado en Xonaca, en la falda Sur del cerro de Guadalupe, vienen por su gravedad las aguas de los manantiales del Rancho de Rementería, para surtir a la zona Oriente. Este sistema fue introducido por el presidente municipal Francisco Velasco (1907-10).
En tiempos de Luis de León (1555) se comenzó a conducir el agua a las casas de los vecinos, tomada en las alcantarillas, vendiéndose el llamado tornillo de agua de $120. En el Cabildo del 30 de marzo de 1602, con asistencia del regidor Pedro de Uribe, se acordó que “las mercedes que se hicieren a las casas de los vecinos de esta Ciudad, del agua que agora se trae a la Plaza y pila de ella, … que no pueda ser más para cada casa que una paja de agua, sin remaniente de ella, ni para regar huerto”. El precio de una paja de agua se fijo en $300 de oro común. A los conventos se daría gratis medio real, a los regidores una paja con su remaniente. También destinose un libro para la traza y el repartimiento de las fuentes. Las mercedes que se acordaron entre 1602 y 1622 están concienzudamente registradas, con parte de la del siglo XVI. En 1618, siendo regidores Pedro de Uribe, Juan de Narváez y Juan de Carmona Tamariz, se amplió ese acuerdo en el sentido de que los regidores pudieran vender y traspasar el remaniente. Pero en el siglo XVIII parece que se les concedía solo una paja, sin el remaniente, para su libre disposición. Igualmente los conventos desde el siglo XVII no pudieron disponer del remaniente de su agua, aunque varias veces lo hacían, pues la sobrante era para el uso público. Habiendo resultado la medida de una paja demasiado pequeña, en la mayor parte de los casos prácticamente inútil, se acordó en 1777, a proposiciones del regidor y obrero mayor Rabanillo, “que en el recipiente o toma se pusiera un caño, a cada individuo de 6 pajas y para las comunidades de un limón”. En 1839 se designó como tamaño de la merced común, llamada de nuevo paja, el círculo de medio real de plata del cuño mexicano. También se usaban para determinar los calibres de las datas o grifos, desde principios del siglo XVII círculos trazados en los documentos, por ejemplo en el libro XIII de Cabildos, foja 178.
Respecto a la expresión caja (del agua) es de advertir que significaba también “cauce”, “lecho del río”. Así la usa Veytia (1780). Otros ejemplos son: una casa en la Calle de la Puente de las Budas, cuya otra “frente mira a la caja de agua…, linda por el Oriente con dicha caja del río” (1803). Un rancho linda con “la caja vieja del río Atoyac” (1806).
Sinónimo con caja en el sentido de “recipiente” es canoa (del agua). Actualmente se entiende en Puebla por canoa un tronco de árbol ahuecado, que sirve de abrevadero para las bestias. “Por medio de canoas” pasaba el agua de un manantial que brotaba junto a la pulquería del Navío, al otro lado del río, para utilizarse en el rancho del Mirador (1817). Para designar el recipiente en la esquina de la Av. 16 P. 300 escriben canoa en 1676, 1691, 1697, 1737, 1745, 1797 y 1800. Veytia dice caja, vocablo que también hallamos usado en 1690, 1732 y 1784.
Veytia llama al conducto abierto del agua la tarjea, y se usa esta forma también en 1690, 1736, 1791 (“la tarjea del agua dulce”) y 1824. Atarjea escriben en 1811.
Otras expresiones son: “calzada del agua de esta Ciudad” (1713); “caño” (1709); “(la Rinconada de) “los caños del agua limpia” (1785); “cañería” (1713, 1737, 1758); “cañería de agua dulce” (C. Arco Chico, 1799); “cañería
se ve interesante tu proyecto pero no me queda muy claro que es todo lo que quieres hacer y tampoco pusiste algun link de contacto
ResponderEliminarsaludos
rleonmx@gmail.com
Estimado León:
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario y una disculpa por la tardanza tan exagerada en la respuesta. La idea es presentar el estado actual de esas calles que Leicht visitó. Así mismo, ver (de ser posible), el estado actual de esas casas a las que se refirió. Respecto al link de contacto, te dejo mi dirección de correo-e: alfredo.campos@gmail.com
Saludos!