Desde las Ordenanzas de Flon (1796) hasta el plano de 1883 la cuadra se llamó Calle del Chiquero. La acera Oriente carecía de habitaciones. La casa de la esquina de la Av. 2 P 300 era de trato de tocinería ya en 1746, cuando recibió una merced de agua, y aún en 1856. –Sabido es que la industria más corriente en esta Ciudad durante los siglos pasados fue la cría de cerdos y elaboración de la manteca para la fabricación del jabón. Un refrán antiguo reza: De la Puebla, el jabón y loza, y no otra cosa. Harina, tocino y bizcocho eran los tres artículos que se exportaban de Puebla, para abastecer la flota trasatlántica, ya en tiempos de Motolinía. Vetancourt (1698) dice que Puebla es el refugio de las flotas de Castilla, porque de esta ciudad se lleva el bozcocho, cecina, jamones, que en todo lo que toca a ganado de cerda y a la carne porcina de regalo (de buen sabor), a todas las ciudades aventaja”. Los documentos del archivo del Ayuntamiento sobre “la remisión de víveres y efectos a las Islas Filipinas, las Islas de Barlovento (Antillas menores) y Florida” abarcan los años de 1641 a 1755. Habiéndose permitido el comercio entre las colonias amercianas por el Rey Carlos III en 1773, se exportaba de Puebla a la Habana mucha harina y millares de cajones de jabón. En el siglo XVIII una gran parte de las casas, más de 50, eran de trato de tocinería, aún en las calles céntricas, y en los Libros de los Censos a menudo se hace mención de los chiqueros de una casa. Por decreto del jefe político Juan Tamborrel, agosto 1º. de 1860, se prohibió tener zahurdas y casas de elaboración de efectos de tocinería y velería en el centro de la Ciudad, eso es en la parte incluida por la Plazuela de Parral, la C. 9 S.-Norte, la Av. 18 P.-Oriente, el molino y río de S. Francisco, la Av. 2 Oriente hasta la Plazuela de Romanes, la C. 18 Sur, la Av. 11 Oriente hasta el río, el molino del Carmen, la Av. 15 P. 100, la C. 3 S. 1300-1100 y la Av. 11 Poniente hata el Parral. Sin embargo, hasta fines del siglo pasado menudeaban los ocursos de vecinos que pedían al Ayuntamiento que se quitaran las zahurdas.
Los cerdos siempre se mataban en las casas, ni en el matadero de la vaca ni en los rastros del carnero. Otra clase de rastro no había. Veytia (1780) menciona “las casas de tocinería en que diariamente se mata un considerable número de cerdos cebados, cuya carne tiene muchísimo consumo, porque es el más común alimento de los pobres”. Compárese el refrán: Cuatro cosas come el poblano: puerco, cochino, cerdo y marrano.
Los criadores de cerdos se llamaban tocineros, aún en 1852, y hoy todavía una tocinería es un expendio de carne fresca de cerdo. Los chicharrones de Puebla, que se venden en México, son un residuo de esa industria antes tan floreciente.
Para hacer el jabón, la manteca se mezclaba con el tequesquite (en azteca: tequixquitl), esa sosa impura que se produce en la laguna de Texcoco –hoy viene de las salitreras de Vicencio y Ojo de Agua, entre las estaciones de S. Marcos y Oriente (Edo. de Puebla)- y se usaba también en la fabricación de vidrio. En 1692 se habla de una casa, situada en Analco, “con su paila de hacer jabón, con su cobre corriente y los demás pertrechos”.
Una clase subordinada de tocinerías eran los trapiches. Estos se suprimieron a mediados del siglo XVIII no sin ocasionar numerosos y “ruidosos” pleitos contra los dueños de “ranchos o trapiches de ganado de cerdo”. En uno de esos litigios dicen en que consiste la diferencia. La dueña de una casa de tocinería, sita en la esquina de la Calle de la Compañía, en 1761, asegura que su establecimiento “siempre se ha reputado por tal casa de tocinería gruesa y no como trapiche; que la casa se halla bien pertrechada de todos aquellos aperos que esencialmente constituyen perfecta tocinería, como son pailas, mantequeros, etc.”, y cree que la falta de corrales no podría ser “motivo para que por este defecto se colocase y reputase por trapiche y no por casa de trato gruesa”;pondera demás que por los piojos de puerco ya se ha prevenido la extirpación de los corrales en el centro de la Ciudad. No obstante, el dictamen de los expertos no le fue favorable.
Aún en 1809 hablan de “la extinción total de aquellas tiendas de este trato (de tocinerías), que con el nombre de trapiches se distinguen”. Generalmente, trapiche se define como vendaje de tocinería. En 1852 escribían: “Hay en la Ciudad 63 trapiches, dependientes los más de las (30) tocinerías expresadas antes, manteniendo cada uno de estos vendajes (expendios) un dependiente y un operario”. En la Ley de Hacienda del Estado, del 31 de enero de 1848, se distingue entre “trapiches de tocinería” y “trapiches de panela”. (Sin embargo, “el trapichuelo” de Pedro de Torija en Analco no puede haber sido un expendio, sino una completa tocinería con sus chiqueros).
Parece que llamaban a la cuadra también de los Catalanes (1818 y 1830).
En 1887 le pusieron el nombre oficial de Calle de Juan Crisóstomo Bonilla, a petición de Miguel Pavón, más tarde (1889) presidente del Ayuntamiento, quien ofreció costear las placas.
Juan Crisóstomo Bonilla nació de padres humildes en Tetela del Oro (hoy de Ocampo) el año de 1835; dedicose a la profesión de maestro, hasta que, en 1857, entró al ejército liberal, ascendiendo al grado de general. En el sitio de Puebla, el 2 de abril de 1867, penetró con sus soldados a la Plaza Principal. “Aquí, rodeado de enemigos que por todas partes le hacían un fuego nutrido, y como se encontrara sin auxilio, se le ocurrió la idea de posesionarse de las torres de la Catedral y repicar las campanas a efecto de desconcertar al enemigo. Tomada esa determinación, con la velocidad del rayo dictó los dispositivos necesarios, aunque con fuertes pérdidas, pues el fuego se le hacía desde las azoteas de todos los portales que circundan la Plaza Principal, y desde las mismas alturas de Catedral, por lo que el paso por el amplio atrio fue en medio de una lluvia de balas y cada escalón para subir a esas torres hubo que disputarse a tiros y cuerpo a cuerpo y con bayoneta calada. El éxito coronó su empresa, dejándose escuchar un repique a vuelo que, desorientando al ejército sitiado, ocasionó su desbandada y su completa derrota”.
El Gral. Bonilla, antirreeleccionista, adhiriose al Plan de la Noria (28 de noviembre de 1871) contra la reelección de Juárez, y al Plan de Tuxtepec (en el Norte del Estado de Oaxaca; 15 de enero de 1876), contra la reelección de Lerdo, ambas veces a favor de Porfirio Díaz. Habiéndose triunfado su partido en la batalla de Tecoac (al Norte de Huamantla, Tlaxcala), el 16 de noviembre de 1876, fungió de gobernador del Estado de Puebla desde el 22 de abril de 1877 hasta el 30 de septiembre de 1880, durante la presidencia de Porfirio Díaz. Creo las Escuelas Normales para Profesores.
Luego fue electo senador por el Estado de Hidalgo. Murió en Veracruz el 30 de enero de 1884. El Congreso le declaró benemérito del Estado. Sus restos descansan en el Panteón Municipal, bajo un monumento levantado por el gobierno.
Los cerdos siempre se mataban en las casas, ni en el matadero de la vaca ni en los rastros del carnero. Otra clase de rastro no había. Veytia (1780) menciona “las casas de tocinería en que diariamente se mata un considerable número de cerdos cebados, cuya carne tiene muchísimo consumo, porque es el más común alimento de los pobres”. Compárese el refrán: Cuatro cosas come el poblano: puerco, cochino, cerdo y marrano.
Los criadores de cerdos se llamaban tocineros, aún en 1852, y hoy todavía una tocinería es un expendio de carne fresca de cerdo. Los chicharrones de Puebla, que se venden en México, son un residuo de esa industria antes tan floreciente.
Para hacer el jabón, la manteca se mezclaba con el tequesquite (en azteca: tequixquitl), esa sosa impura que se produce en la laguna de Texcoco –hoy viene de las salitreras de Vicencio y Ojo de Agua, entre las estaciones de S. Marcos y Oriente (Edo. de Puebla)- y se usaba también en la fabricación de vidrio. En 1692 se habla de una casa, situada en Analco, “con su paila de hacer jabón, con su cobre corriente y los demás pertrechos”.
Una clase subordinada de tocinerías eran los trapiches. Estos se suprimieron a mediados del siglo XVIII no sin ocasionar numerosos y “ruidosos” pleitos contra los dueños de “ranchos o trapiches de ganado de cerdo”. En uno de esos litigios dicen en que consiste la diferencia. La dueña de una casa de tocinería, sita en la esquina de la Calle de la Compañía, en 1761, asegura que su establecimiento “siempre se ha reputado por tal casa de tocinería gruesa y no como trapiche; que la casa se halla bien pertrechada de todos aquellos aperos que esencialmente constituyen perfecta tocinería, como son pailas, mantequeros, etc.”, y cree que la falta de corrales no podría ser “motivo para que por este defecto se colocase y reputase por trapiche y no por casa de trato gruesa”;pondera demás que por los piojos de puerco ya se ha prevenido la extirpación de los corrales en el centro de la Ciudad. No obstante, el dictamen de los expertos no le fue favorable.
Aún en 1809 hablan de “la extinción total de aquellas tiendas de este trato (de tocinerías), que con el nombre de trapiches se distinguen”. Generalmente, trapiche se define como vendaje de tocinería. En 1852 escribían: “Hay en la Ciudad 63 trapiches, dependientes los más de las (30) tocinerías expresadas antes, manteniendo cada uno de estos vendajes (expendios) un dependiente y un operario”. En la Ley de Hacienda del Estado, del 31 de enero de 1848, se distingue entre “trapiches de tocinería” y “trapiches de panela”. (Sin embargo, “el trapichuelo” de Pedro de Torija en Analco no puede haber sido un expendio, sino una completa tocinería con sus chiqueros).
Parece que llamaban a la cuadra también de los Catalanes (1818 y 1830).
En 1887 le pusieron el nombre oficial de Calle de Juan Crisóstomo Bonilla, a petición de Miguel Pavón, más tarde (1889) presidente del Ayuntamiento, quien ofreció costear las placas.
Juan Crisóstomo Bonilla nació de padres humildes en Tetela del Oro (hoy de Ocampo) el año de 1835; dedicose a la profesión de maestro, hasta que, en 1857, entró al ejército liberal, ascendiendo al grado de general. En el sitio de Puebla, el 2 de abril de 1867, penetró con sus soldados a la Plaza Principal. “Aquí, rodeado de enemigos que por todas partes le hacían un fuego nutrido, y como se encontrara sin auxilio, se le ocurrió la idea de posesionarse de las torres de la Catedral y repicar las campanas a efecto de desconcertar al enemigo. Tomada esa determinación, con la velocidad del rayo dictó los dispositivos necesarios, aunque con fuertes pérdidas, pues el fuego se le hacía desde las azoteas de todos los portales que circundan la Plaza Principal, y desde las mismas alturas de Catedral, por lo que el paso por el amplio atrio fue en medio de una lluvia de balas y cada escalón para subir a esas torres hubo que disputarse a tiros y cuerpo a cuerpo y con bayoneta calada. El éxito coronó su empresa, dejándose escuchar un repique a vuelo que, desorientando al ejército sitiado, ocasionó su desbandada y su completa derrota”.
El Gral. Bonilla, antirreeleccionista, adhiriose al Plan de la Noria (28 de noviembre de 1871) contra la reelección de Juárez, y al Plan de Tuxtepec (en el Norte del Estado de Oaxaca; 15 de enero de 1876), contra la reelección de Lerdo, ambas veces a favor de Porfirio Díaz. Habiéndose triunfado su partido en la batalla de Tecoac (al Norte de Huamantla, Tlaxcala), el 16 de noviembre de 1876, fungió de gobernador del Estado de Puebla desde el 22 de abril de 1877 hasta el 30 de septiembre de 1880, durante la presidencia de Porfirio Díaz. Creo las Escuelas Normales para Profesores.
Luego fue electo senador por el Estado de Hidalgo. Murió en Veracruz el 30 de enero de 1884. El Congreso le declaró benemérito del Estado. Sus restos descansan en el Panteón Municipal, bajo un monumento levantado por el gobierno.
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